martes, 3 de junio de 2014

Corrección de la adaptación de "El hombre de la piel de oso"

Este cuento es una adaptación del cuento de los Hermanos Grimm "El hombre de la piel de oso". A la hora de adaptar, hemos de tener en cuenta la edad de los niños pero también tenemos que mantener el simbolismo además de los roles de los personajes y los motivos principales que se revelan en la historia. Si no lo hacemos así no será una adaptación sino un texto inspirado en otro.
Lo he adaptado para niños de entre cuatro y cinco años ya que es en estas edades cuando los niños se interesan por personajes y situaciones fantásticas como: brujas, hadas, gigantes, etc. Además les encantan los cuentos clásicos y populares.       
Como futura profesora creo esencial el saber adaptar textos a las necesidades y características de los alumnos, sobretodo estos textos folclóricos que tanto les gusta escuchar y que muchas veces presentan características, poco o nada adecuadas para los niños.
En esta adaptación que he realizado he omitido algunos personajes como el demonio, he cambiado el protagonista, en esta adaptación es una chica (Paula), les he puesto nombre a los personajes para que puedan identificar y entender mejor el cuento y también, he cambiado el final.

Esta es mi adaptación:

El hombre de la piel de oso

 Hace no mucho tiempo, en un lugar no muy lejano, vivía una chica llamada Paula. Ella vivía con sus padres y su hermana pequeña en casa. Eran muy pobres, su padre había caído enfermo y no podía trabajar y, su madre era ama de casa y cuidaba a su hermana pequeña.

Un día Paula decidió irse de casa para encontrar un trabajo en algún lugar. Estuvo buscando por todos los lados pero no encontraba nada. Se puso muy triste y decidió sentarse en un banco a pensar qué podía hacer. En ese momento apareció un señor, alto, muy delgado y con el pelo muy negro y muy largo, con cara de pocos amigos, vestido con un abrigo de visón. Paula se asustó, se iba acercando poco a poco a ella y, cuando ya estaba muy cerca le dijo:

- ¿Qué te pasa?

- ¿Te conozco?.- dijo Paula más asustada aún.

- Pues verás, no me conoces, me llamo Sandro y creo que puedo ayudarte si tienes algún problema.

- ¿Sí? Bueno, yo soy Paula. No creo que puedas ayudarme, pero bueno te lo cuento, mi familia es muy pobre y el único que trabajaba en mi casa era mi padre, pero ha caído enfermo y ahora no puede. Entonces he decidido salir a buscar trabajo, pero no he encontrado nada de nada.

- Pues Paula, voy a poder ayudarte. Verás, tengo poderes mágicos, soy brujo. Lo único que para poder cumplir tu deseo vas a tener que aceptar mis condiciones.

- Si, si, acepto lo que me digas. ¿Cuáles son tus condiciones?

- Veo que eres una chica valiente. Para conseguir tener todo el dinero que quieras para ti y para tu familia y que tu padre se cure, vas a tener que estar sin ver a tu familia durante dos años, no podrás tampoco lavarte, ni cortarte el pelo ni las uñas durante estos dos años. Además deberás llevar este abrigo de visón que no podrás quitártelo y, cada vez que metas la mano en el bolsillo podrás sacar dinero pero únicamente para las cosas que necesites.

- Acepto.- dijo casi sin pensarlo.

- Muy valiente  Paula, pero que nunca se te olviden las condiciones, si no las cumples, no habrá trato.

Y Sandro desapareció.

Paula se fue andando, pensó que lo mejor sería irse de su ciudad para no encontrarse a su familia en dos años. Fue a las ciudades más cercanas pero se escondía en las afueras, en los bosques, porque nadie quería acercarse a ella, estaba sucia y a medida que pasaban los días y meses estaba más sucia aún, tenía el abrigo de visón casi pegado a la piel, el pelo muy enredado, la cara y manos negras y las uñas larguísimas, estaba feísima y maloliente y además cada vez más triste.

Un día yendo a otra ciudad, estaba muy cansada y muy triste y, decidió sentarse en el suelo al lado de un camino, a que pasase el tiempo,  a pensar que, si cumplía las condiciones serían ricos y además su padre se curaría.

Por el camino se iba acercando un chico, la miraba porque no sabía si era un animal o una persona, más bien parecía un animal con el visón pegado al cuerpo, y cuando estaba delante suyo la dijo:

- Hola, ¿estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo?

- Si bueno, estoy bien, no te preocupes. - dijo Paula.

- Puedes confiar en mí, me llamo Alberto.

- Me llamo Paula y.. verás... a ver cómo te lo explico... he hecho un trato con un brujo. En mi casa no teníamos dinero, éramos muy pobres. Un día salí a buscar trabajo y me encontré con el brujo Sandro y me dijo que si aceptaba sus condiciones durante dos años, seríamos ricos y curaría a mi padre que está enfermo. Y aquí me ves, sucísima, nadie quiere acercarse a mí y estoy apartada del mundo para no asustar a nadie.

- Paula no te preocupes, seguro que lo puedes conseguir, yo también hice un trato con el brujo Sandro hace algún tiempo y se que es difícil pero lo conseguirás.

- Muchas gracias por preocuparte por mí.- dijo Paula.

Estuvieron hablando durante mucho tiempo, al final Paula pasó un tiempo en casa de Alberto, se acabaron enamorando el uno del otro. Al cabo de unos meses Paula le dijo a Alberto que no quería estar todo el día molestándole con su mal olor y con lo fea que estaba, así que iba a seguir yendo por las ciudades hasta que pasasen los dos años y, cuando pasasen, iría a buscarle. Para que la reconociese cuando fuera a buscarle, le dio la mitad de un pañuelo que llevaba siempre encima desde que era pequeña y ella se quedó con la otra mitad.

Pasaron los meses y por fin llegaron  los dos años. Paula volvió al banco donde hizo el pacto con Sandro, estuvo esperando un rato y, ¡chas! apareció Sandro.

- Bueno Paula, veo que has sido valiente  y has sabido cumplir el pacto, se que te ha costado, pero lo has hecho muy bien. Así que trato hecho, ya nunca más seréis pobres y tu padre ya está curado. Cuenta tres y volverás a estar como antes de una vez.

- ¡Una, dos y tres!.- Paula estaba limpia, guapa y con ropa nueva. - ¡Muchas gracias Sandro!. - dijo Paula muy contenta.

- Un trato es un trato, no me tienes que dar las gracias.- y Sandro desapareció.

Paula fue a su casa y se reencontró con su familia, les explicó lo que había pasado y todo lo que había vivido durante estos años. Se pusieron  muy contentos al tenerla otra vez en casa.

Al día siguiente fue con su familia en el coche en busca de Alberto. Cuando llegaron a su casa, Paula llamó a su puerta y le enseñó su mitad de pañuelo. Alberto no se lo podía creer, nunca hubiese imaginado lo guapa que era Paula. Se dieron un abrazo enorme.

Desde entonces Paula nunca más se volvió a separar de su familia ni de Alberto, nunca más volvieron a ser pobres y su padre no enfermó nunca más. Y fueron felices para siempre.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.